’Sabes desde hace cuanto tiempo tus padres te quieren? Desde siempre, incluso desde antes de que tú nacieras. ’Y sabes por qué? Porque eres para ellos un don extraordinario, único e irrepetible.
Cuando te miran, su rostro se ilumina y se llena de alegría. Incluso antes de que hicieras algo bueno y bonito que mereciera su cariño, mamá y papá te amaban ya. Ser hijos significa ser amados gratuitamente, es así como Dios hace con cada uno de nosotros.
El Papa, hablando de los hijos, dijo algo muy hermoso: cada vez que nace un niño se abre de nuevo el futuro y la esperanza, para los padres y para toda la sociedad. Todos los hijos tienen sus raíces en los padres, a los que nunca deben abandonar o despreciar. Si junto a ellos miran el futuro permiten que los demás hagan lo mismo. Una ciudad donde nacen pocos niños es una ciudad triste que no tiene esperanza.
Dios nuestro Padre celestial nos deja libres a cada uno de nosotros, pero nunca nos deja solos.
Y si nos equivocamos, Él continúa siguiéndonos con paciencia, sin disminuir su amor por nosotros. El Padre celestial no da pasos atrás en su amor por nosotros, ¡jamás! Va siempre adelante, y si no puede ir delante, nos espera, pero nunca va para atrás; quiere que sus hijos sean intrépidos y den pasos hacia adelante.
Por su parte, los hijos no deben tener miedo del compromiso de construir un mundo nuevo: es justo que deseen que sea mejor que el que han recibido.