¡Qué hermoso es tener cerca a los abuelos, pasar tiempo con ellos, escuchar sus historias y sus consejos! En algunos casos son todavía jóvenes y juegan con nosotros, en otros casos son mayores y ancianos, nos parece que son lentos y parece que no entienden bien lo que hacemos.
El Papa recordó a todos que los abuelos y las personas mayores son una riqueza, no porque a veces nos dan la propina o nos hacen buenos regalos, sino porque con su experiencia realmente puede ayudarnos a crecer y a vivir bien.
No podemos olvidarnos de los abuelos y de los ancianos, no es posible que vayamos a visitarlos solamente en ocasiones especiales o cuando nos conviene. Y si a veces nos parecen enfadados o un poco gruñones, entonces es el momento de pedirles que nos cuenten una historia de cuando tenían nuestra edad. Después de escucharlos, dadles las gracias y dadles un abrazo fuerte: les haréis inmensamente felices.
Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben.
Las palabras que mi abuela me entregó por escrito el día de mi ordenación sacerdotal aún las llevo conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo y me hace bien.
¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos! Y esto es lo que hoy pido al Señor, este abrazo.