Una oportunidad para conocerse mejor y formar una sola familia, creando nuevos lazos y fortaleciendo los ya existentes: éste fue uno de los objetivos del congreso organizado por el Pontificio Consejo para la Familia con los movimientos familiares, "La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo", que se celebró entre el 22 y el 24 de enero en Roma.
Más de trescientas personas de 26 países del mundo tuvieron la oportunidad de vivir una hermosa experiencia de amistad y de poder compartir juntos numerosos encuentros. En primer lugar, por supuesto, el de la misa matutina, que inauguraba cada una de las tres jornadas de trabajo. Misa en latín, con las lecturas y oraciones de los fieles en varios idiomas diferentes para así poder destacar y mostrar la unidad en la diversidad. El mismo principio animó las reuniones de los delegados de las diferentes asociaciones, reuniones que se caracterizaron por la universalidad (durante las sesiones plenarias) y por la singularidad (en el caso de los trabajos de grupo que se realizaron según los idiomas).
El momento de la comida y de los coffee breaks entre las sesiones de trabajo constituyeron una ocasión privilegiada para fomentar la socialización: especialmente la cena de la última noche en la que todos los participantes se encontraron con muy buen ánimo en el gran restaurante del hotel Church Palace en el que tuvo lugar la convención. Una verdadera fiesta donde las experiencias y puntos de vista diferentes se hicieron eco entre mesas dispuestas por idiomas, hecho que dio como resultado una especie de alegre glosolalia. El Espíritu se hizo muy presente, no sólo en la cena sino a lo largo de los tres días del Congreso que fueron colmados de su presencia.
