Excelentísimo Señor Obispo,
Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico,
(Excelencias Reverendísimas),
Autoridades académicas de la Universidad Pontificia de Salamanca,
Autoridades Civiles,
Alumnos,
Señoras y Señores.
Es para mí, presidente del Pontificio Consejo para la Familia, motivo de alegría y honor dar inicio con este saludo a esta jornada científica sobre la instrucción "
Dignitas personae", ya que el valor del matrimonio y de la familia está estrechamente conectado con la dignidad de la persona humana.
Me congratulo vivamente por esta iniciativa académica que se inserta bien en la historia cultural de esta ciudad, que vio florecer la gloriosa escuela de filosofía y de teología salmaticense, inspiradora de la moderna reflexión sobre la dignidad y sobre los derechos fundamentales del hombre.
Fue en nombre de la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios, que Francisco de Vitoria siguiendo la inspiración de Santo Tomás de Aquino, defendió el derecho de los indios a la propiedad de sus tierras, al respeto de su cultura, a no ser obligados por la fuerza a aceptar la fe cristiana; afirmó que el poder de los reyes no deriva inmediatamente de Dios, sino del pueblo y tiene su razón de existir en el servicio del bien común; demostró el error de la ideología teocrática tardo medieval, según la cual el Papa podía disponer de los reinos terrenos, y sostiene el derecho de los pueblos a la independencia y a la colaboración entre ellos; en síntesis llegó a ser el precursor de la moderna concepción democrática del poder político y el precursor del moderno derecho internacional. En nuestro tiempo es todavía la misma premura por el hombre, imagen de Dios, lo que mueve a la Iglesia a intervenir en el campo muy distinto de la bioética.
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