La situación siria es, hoy – dice el Arzobispo – de «violencia y destrucción metódica de las estructuras culturales y socio-económicas del País». Los cristianos, como los demás ciudadanos, sufren los efectos de la crisis internacional: cuatro millones de refugiados y el 75 por ciento en condiciones de supervivencia a causa del embargo y de la debilidad de las estructuras caritativas. La situación dramática ha llevado a un recrudecimiento anticristiano: «Las consecuencias para los cristianos son fatlaes: el primer centro cristiano, de Aleppo, ha perdido el 65 por ciento de los fieles. Homs, la tercera comunidd, ha sido devastada en sus parroquias y en sus barrios. Damasco es un campo de combate. Las parroquias del centro urbano están cerradas. La catedral es compartida con el nuevo patriarca greco ortodoxos». Los greco ortodoxos son el 60 por ciento de los cristianos de Siria. «Las familias están asustadas, dispersas, empobrecidas y sin asilo, pero continúan teniendo esperanza en el futuro», escribe mons. Nassar. «Niños inocentes han sido desarraigados de sus ambientes socio-escolásticos, aterrorizados en un contexto de terribles atrocidades y de gran sufrimiento, en un ambiente de maldad que lleva a olvidar que es necesario superar el odio para reconstruir una Siria más justa. Estos sueños están profundamente heridos».

 

Así, «un interminable calvario acelera el éxodo de los cristianos. Una hemorragia incurable desangra nuestras parroquias. Los cristianos de Siria siguen los pasos de los iraquíes en el camino de la Cruz, en la senda del exilio. ”Pero, dónde ir?». El “pequeño grupo de Dios” está, sin embargo, decidido a «vivir dando testimonio y seguir el camino de Jesús», con coraje heroico.