El inicio de la Cuaresma nos habla mucho del bautismo, no sólo el del Señor en el Jordán, sino también del nuestro, el bautismo nos conduce a los orígenes de la fe y a la elección de Dios, incluso en las condiciones más duras de tentación y prueba. Llama la atención el silencio de Jesús, signo de su gran receptividad y confianza en el Padre y en el Espíritu.
La Cuaresma es un tiempo actual; el ‘hoy’ marcado por la cercanía del reino de Dios, marcado por la acogida de todos nosotros a este don. La palabra más fuerte y llena de significado que Jesús pronuncia en el evangelio de hoy es la siguiente: el reino de Dios está cerca. Lo que significa: el señorío de Dios está presente en la persona y en la obra de Jesucristo y está cerca, ya que comienza a hacerse patente entre los hombres con la presencia de Jesús. La fe es acercarse a esta presencia, dejarse tocar por el Espíritu cuando, alejados de él, somos como huérfanos de Dios. El ejemplo de Jesús hace que el sufrimiento y la violencia padecidos por los cristianos tengan mucho valor; no son estériles, éstos hacen que los discípulos del Señor sean capaces de hacer la voluntad del Padre. Él ha llevado a su cumplimento, en la cruz, la verdadera Arca de Noé.