Subimos y bajamos de la cruz; es el lugar donde se une nuestro deseo infinito de querer subir y conquistar el cielo con la infinita humildad de Dios, que desciende hasta nuestra nada sólo por amor.
En la cruz se muere y en la cruz se recibe la vida: el misterio de la fe es el único que puede responder a nuestra pregunta existencial ’Por qué el dolor? ’Por qué la muerte? ’Por qué el dolor y la muerte de los inocentes? Para obtener respuestas a estas preguntas, Nicodemo - fariseo, jefe de los judíos, hombre justo y sabio – va al encuentro de Jesús en medio de la noche. Un encuentro nocturno, entre Jesús y Nicodemo, que simboliza la noche fluyendo hacia el día, la duda que busca la luz de la verdad. Y Jesús, como respuesta, le habla del signo misterioso de la cruz donde la noche se convierte en día, el dolor manifiesta el amor, la maldición se convierte en salvación. La figura de Nicodemo volverá al atardecer de la vida humana del hombre de Nazaret: primero lo defenderá y más tarde enterrará su cuerpo en un sepulcro nuevo después de la tragedia del Calvario. Por anticipado, Nicodemo es instruido para ser capaz de leer e interpretar los signos de otra manera; no ya "desde abajo", de acuerdo con la sabiduría y la experiencia humana, sino "desde lo alto", de acuerdo con la lógica y la sabiduría de Dios. En Jesús crucificado y resucitado revelación y mística se encuentran, pues el Logos hecho carne, dando todo de sí mismo, revela el Ágape, el Amor que es Dios. De todo esto hablaban Jesús y Nicodemo por la noche.