Entrevista con Domenico Coviello, director del Laboratorio de genética humana del Galliera de Génova
En 2014, en los Estados Unidos, alrededor de 2.000 niños nacieron de madres de alquiler. Si se tiene en cuenta que los costes para la gestación de este tipo se pueden obtener en los Estados Unidos por 150 mil dólares resulta evidente que la subrogación se ha convertido, en los últimos años, en un próspero comercio. Cada madre sustituta recibe entre 20 y 30 mil dólares, y en muchos casos, especialmente en los países en vías de desarrollo, la pobreza empuja a las mujeres jóvenes a convertirse en madres de alquiler. En la India se estima que el comercio relacionado con la maternidad subrogada produce unos ingresos de más de dos mil millones de dólares al año. Estos casos son importantes para entender que las oportunidades ofrecidas por la ciencia no siempre respetan la ética sino que responden a exigencias individualistas. Lo señaló, en los micrófonos de Radio Vaticano, el genetista Domenico Coviello, miembro de "Ciencia y Vida" y director del Laboratorio de Genética Humana del hospital Galliera de Génova:
"Las tecnologías avanzan a una velocidad impresionante y muy a menudo el ciudadano, e incluso a veces el médico, no puede evaluar adecuadamente las consecuencias de lo que se ha descubierto. Los hallazgos son importantes, pero - explica - es el hombre el que tiene que juzgar cuándo aplicarlos. Al igual que en la física, en la energía nuclear, es el hombre el que tiene que decidir lo que puede ser beneficioso para la comunidad y no solamente para el individuo". Si el científico "técnicamente no tiene los medios para ir en contra del fortísimo sector económico", tiene sin embargo "el poder de la educación del público, de la educación de la población, que va de la mano con la educación en general. En este punto podemos retomar la emergencia educativa que siempre ha sido tan recordada por el Papa Francisco y por el Papa Benedicto. Estamos en un tiempo en el que la emergencia educativa se convierte realmente en una exigencia de vida. Como vemos, - concluye - la falta de educación, incluso en lo que respecta a los principios éticos, llega a determinar la libertad de las empresas que tienen fines meramente comerciales para hacer un libre mercado".