Su nombre es Elisabetta Canori Mora, madre de dos hijas, terciaria trinitaria. Recientemente se celebró el aniversario de su nacimiento: una figura extraordinaria que fue capaz de soportarlo todo para convertir a su marido libertino, criar a sus hijas y prestar ayuda a las familias necesitadas
"No existe en el mundo una madre como ella. Y yo no soy digno de ser su marido". De esta manera hablaba a sus hijas el esposo de Elisabetta Canori Mora - beatificada en 1994 –. Durante su vida la hizo sufrir mucho.
Una historia ejemplar que, en ocasión del aniversario del nacimiento de Elisabetta – el 21 de noviembre 1774 - puede ser útil a los matrimonios de hoy y puede ayudarles en los muchos problemas con los que han de enfrentarse cada día. Elisabetta Canori nace en Roma, en una familia de terratenientes ricos, profundamente católica. A los 22 años se casa con un joven abogado, Tommaso Mora, un buen partido según las apariencias: culto, educado, religioso, con buenos resultados en su carrera. Pero la felicidad inicial de los dos jóvenes, que los lleva hasta el altar, desaparece rápidamente por la fragilidad psicológica y emocional del marido, que se une, en una relación clandestina, con una mujer de baja condición con la que dilapida la fortuna de la familia, dejando a su familia en la indigencia. No obstante, él no abandona por completo ni a su esposa ni a sus dos hijas. Vuelve a casa todas las noches tarde, después de estar todo el día lejos de su familia, destruido por su vida desordenada. Elisabetta opta entonces por una total fidelidad a su esposo y a sus dos hijas, a las que mantiene con mucha dificultad con su propio trabajo. Ella saca su fuerza de la oración intensa, de su fiel pertenencia a la Tercera Orden trinitaria, y de su firme convicción de que el sacramento del matrimonio la ha realmente unido, hermosa e indisolublemente, a la persona de su marido. Elisabetta sabe que la fidelidad que ella le tiene a su marido, aunque inmerecida, se debe a Jesús; y honra profundamente el sacramento recibido, incluso si fue totalmente descuidada por su marido Tommaso que la condujo a una vida dolorosa y solitaria. Sin embargo, es gracias a esta situación que entra en una relación con Jesús cada vez más íntima y familiar, mística y gozosa, que se refleja en una infinita caridad llena de prodigios de amor, practicada a través de la ayuda prestada a las familias necesitadas y en la educación constante de sus hijas. Sus visiones místicas, junto con las profecías sobre la Iglesia, están contenidas en su voluminoso diario. En este importante y valioso documento, la beata revela, en incomparables y dramáticas páginas, el trastorno religioso y ético de los hombres de hoy. Tomasso, durante mucho tiempo permaneció hastiado por la santidad de su esposa. En un primer momento llegó incluso a burlarse de ella, riéndose de la devoción y fidelidad que ella concedía a su relación - él antes que nadie experimentó el amor totalmente gratuito de su esposa – , hasta el momento en que, cada vez más impresionado por el amor que su mujer le daba sin pedir nada a cambio, a la muerte de Isabel, finalmente se convierte, haciéndose en un primer tiempo fraile franciscano conventual y más tarde sacerdote, realizando así plenamente las profecías acerca de su conversión que su esposa había pronunciado mucho tiempo atrás. Juan Pablo II en 1994 - Año Internacional de la Familia – beatificó a Elisabetta Canori Mora junto a Gianna Beretta Molla llamándolas "mujeres de amor heroico". La beata Elisabetta Canori Mora, murió el 5 de febrero de 1825 (día en que se celebra su memoria), actualmente está enterrada en la iglesia de San Carlino alle Quattro Fontane, en Roma, en cuya sacristía se conservan sus recuerdos personales.