Familia 47 (2013) 9-36. Revista Familia de UPSA, Mons. Manuel Sánchez Monge, (Obispo de Mondoñedo-Ferrol, España)
Es evidente que la familia como institución milenaria está sufriendo un proceso de desinstitucionalización, por otra parte, presente a numerosos niveles y afectando a las más diversas instituciones de la cultura y civilización actual. El autor nos describe esta desinstitucionalización que efectúa la modernidad con las notas que vemos todos los días: ruptura respecto a las tradiciones de la vida cotidiana, pluralización de los modos de entrada, transmisión y salida de la vida familiar, incremento del divorcio, reducción sentimental y afectiva, violencia contra las mujeres y niños que tienen en el fondo la raíz en las distintas formas de concebir y de encarnar el matrimonio. El autor cita: matrimonio tradicional, de alianza, fusión, de razón. Frente a este exuberante y poliforme panorama, la legislación tiende a regular no a favor del bien común, sino del bien subjetivo y privado de los protagonistas: “Parecería que la legislación reduce la familia a afecto y sexo equiparando todas las formas de afectividad a la familia, desconociendo que la familia es esencialmente apertura a la vida” pg 15. De aquí su importancia social de primera magnitud. El efecto, la dimensión social del matrimonio y la familia es algo a subrayar y a poner al centro de la reflexión no sólo para hacer justicia frente a situaciones coyunturales como la actual crisis económica que ve en la familia el auténtico centro de solidaridad y el colchón de seguridad integral para tantos, sino porque su identidad primaria es relacional y por tanto con una traducción natural en lo social.
Continúa el autor afirmando que una familia de base matrimonial y abierta a la vida está en condiciones de servir adecuadamente a la sociedad y a la Iglesia. En este sentido señala “Ninguna fragilidad humana o cultural logrará quitar al amor humano su predisposición al para siempre. La fidelidad entre el hombre y la mujer no es una fijación anacrónica de los cristianos sino que es un ingrediente del amor” pg 23. Un amor conyugal que tiene algunos retos especialmente grandes hoy: el trasformar al hombre light, la capacidad de entrever lo grande del misterio, la vida de fe en la cotidianidad de la vida, el reto de la educación y formación permanente propia y de los hijos, el agradecimiento frente a la ayuda copiosa de Dios, la necesidad de la comunión, etc. La unión matrimonial en el amor que procura una sola carne atrae la cercanía de Dios: “Donde la carne es una, uno es el Espíritu” (Tertuliano, Ad uxorem libri duo, II, IX: PL 1, 1415B-1417A). Así la familia podrá ser célula e iglesia dentro de la gran Familia, pueblo, cuerpo y templo de Dios.