Dar testimonio en el mundo del vínculo entre fragilidad y amor. Esta era la invitación que Juan Pablo II dirigía a los ancianos en Austria en el 1988
Un llamado para enfermos y personas mayores a superar la falta de atención y la indiferencia y así poder llevar a cabo su vocación: interpelar siempre al prójimo sobre el sentido profundo de la existencia humana. En esta visita pastoral de 1988 el Pontífice polaco muestra en la fragilidad física una oportunidad para reavivar en todas las personas el amor y la solidaridad.