El compendio de la doctrina social de la Iglesia define la tarea propia de la vejez y exhorta a que sea apoyada por todos los medios posibles
Reconocer en los ancianos colaboradores responsables para alcanzar el gran objetivo, no mesurable en términos económicos o de funcionalidad, el objetivo es dar un testimonio de amor a las jóvenes generaciones. Este es el camino que el compendio de la doctrina social de la Iglesia indica a los que quieran valorizar a los ancianos y al amor humano.
“222 El amor se expresa también mediante una cariñosa atención a los ancianos que viven con la familia: su presencia puede representar un gran valor. Ellos son un ejemplo de la vinculación generacional, un recurso que proporciona bienestar a la familia y a la sociedad entera: “No solamente pueden dar testimonio de algunos aspectos de la vida, como los valores humanos, culturales, morales y sociales, que no se miden en términos económicos o de funcionamiento, sino que también pueden ofrecer una eficaz contribución en el ámbito laboral y en el ámbito de la responsabilidad. Se trata, finalmente, no solamente de hacer algo por los ancianos, sino también de aceptar estas personas como colaboradores responsables, con modalidades a su medida, como agentes de proyectos compartidos, en fase ya sea de programación, ya sea de dialogo o de realización”. Como dice la Santa Escritura, la persona “en la vejez sigue dando fruto” (Sal 92,15). Los ancianos constituyen una importante escuela de vida, capaz de transmitir valores y tradiciones y de favorecer el crecimiento de los más jóvenes, que aprenden así a buscar no su propio bien, sino también el del prójimo. Si los ancianos se encuentran en una situación de sufrimiento y dependencia, no solo necesitan cuidados médicos y asistencia adecuada, sino, sobre todo, necesitan ser tratados con amor”.