El Papa Francisco en la homilía del 2 de septiembre compara a los teólogos con la sabiduría innata de los creyentes más pequeños y frágiles
La sabiduría de las santas ancianas comparada con la de los teólogos alejados del corazón de Dios. Esta fue la homilía centrada en el Espíritu Santo y en la autoridad que él concede a sus ungidos, homilía del Papa Francisco el martes 2 de septiembre en la Domus Sanctae Marthae. Una autoridad y una sabiduría divina que caracterizan a todo cristiano, de tal modo que “ya puedes tener cinco diplomas en teología, pero no tener el Espíritu de Dios”: entonces “quizás serás un gran teólogo, pero no eres un cristiano”. El Santo Padre ha hecho notar que “muchas veces encontramos, entre nuestros fieles, viejecitas muy sencillas que quizás no han acabado la enseñanza primaria, pero que te hablan de las cosas mejor que un teólogo, porque poseen el Espíritu de Cristo”. Ocurre como con San Pablo, en sus predicaciones no se apoyaba en ningún conocimiento académico, en ninguna “sabiduría humana” adquirida “en la Universidad Laterana o en la Gregoriana”.
Jesús es por lo tanto más fácil de reconocer en el Espíritu que habita en las personas sencillas y físicamente débiles, un Espíritu capaz de sorprender a todos los que están a su alrededor. En definitiva “el que da autoridad, el que confiere una identidad es el Espíritu Santo, la unción del Espíritu Santo. La autoridad de Jesús- y por lo tanto la autoridad de cada cristiano-proviene de esta capacidad de entender las cosas del Espíritu, de hablar la lengua del Espíritu; proviene de esta unción del Espíritu Santo”.