Padre G. Grieco: Se abre el Sínodo sobre la familia y vuelven las expectativas y las esperanzas
“Sínodo quiere decir caminar juntos, y también orar juntos. Pido a todos los fieles que participen” . El tweet del Papa Francisco, en vísperas de la apertura de la asamblea sinodal, pide dos cosas: caminar, ir hacia adelante, mirar hacia adelante, dar respuestas que lean el futuro ahondando en el presente y orar juntos, ponerse de rodillas, adorar, invocar al Dios del amor y de la vida para que abrace con su paternidad a la familia, iglesia doméstica, célula fundamental de la sociedad.
Si queremos atenernos sólo al tema: “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización” programado del 5 al 19 de octubre, tenemos que tener entonces la valentía profética para saber leer la situación de la familia hoy y dar respuestas a las numerosas interrogantes que provienen de varios sectores. Los desafíos son “pastorales”, exigen en primer lugar a los pastores – obispos, sacerdotes y fieles laicos comprometidos –a enfrentar con valentía las nuevas situaciones en las que hoy vive la familia. La evangelización debe, por lo tanto, partir desde la familia, desde esa comunidad de amor y de vida que transmite la fe, testimonia la esperanza, vive la caridad. La evangelización en la familia es oración de la familia. Estar juntos desde el punto de vista económico no es suficiente. Es necesaria la educación en la oración, el compromiso en la comunidad parroquial y el testimonio de los valores que la familia y la vida piden hoy en una sociedad plural; y además, la participación de las familias en ese saber vivir “juntos” la profecía de las primeras comunidades cristianas que se sentían un solo corazón y una sola alma en el compartir de los bienes, en la solidaridad de los más necesitados y en la valorización de los carismas. Esto es lo que, en principio, quiere compartir el sínodo. Y junto a esta teología de la iglesia doméstica, profundizar en todos aquellos temas relacionados que merecen respeto y atención pastoral. Pasar de la doctrina a la práctica se convierte de este modo en un deber, una urgencia de los tiempos. Con el corazón abierto y cargado de cuidado y misericordia, sobre todo, para las familias heridas que sufren por situaciones dolorosas pero que merecen escucha y respuestas que tengan el sabor de la ternura de Dios.