En este Domingo Lucas nos muestra el futuro de Jesús. Los tres días desparecido en Jerusalén, son el preludio de su muerte y resurrección. Entre la infancia y el futuro como adulto hay treinta años de una vida humilde y cotidiana en Nazaret.
Jesús cumple la ley y parte en peregrinación hacia el Templo de Dios. Allí, en el santuario, los padres lo encuentran tras haberlo buscado durante tres días. Lo encuentran entre los doctores y maestros, mientras éste les enseña la palabra de Dios. Ante la angustia de los padres y ante la respuesta de Jesús, se comprende que los suyos no comprendieron. Es demasiado pronto para comprender. Todavía queda mucho camino. Faltan todavía treinta años para que lleguen los tres días en los que Jesús desaparecerá de verdad, fuera del templo, suspendido a un madero en una cruz, sepultado en la desnuda tierra. Tampoco María, al principio, entiende el por qué de esta desaparición y de éstas palabras. Sin embargo ella es el modelo de la Iglesia creyente, porque conserva todas estas cosas, meditándolas en su corazón, segura de que esta semilla crecerá y se convertirá en un fruto maduro y sabroso.
Al igual que María y José, los padres han de acompañar a los hijos con amor, respetuosos de su personalidad y de su vocación. Un acompañamiento activo, que les proporciona, con gestos muy concretos del vivir cotidiano, los valores que hacen humano al hombre: los hijos no necesitan solamente alimento, vestido, medicinas, integración social; sino que además y sobre todo necesitan la verdad y las realidades que hacen la vida hermosa y digna de ser vivida. Se les ayuda para pasar del amor recibido al amor donado, para experimentar que es muy bonito hacer el bien, rezar, ser honestos, sinceros, justos, generosos, humildes, sobrios, castos, trabajadores, valerosos, pacíficos. Es necesario saber decir sí o no en el momento adecuado y de mutuo acuerdo entre padre y madre. Motivar las prohibiciones; corregir tratando de persuadir. Evitar el autoritarismo, que tiene como consecuencia la creación de seres rebeldes y pusilánimes, y el permisivismo, que crea personas débiles y egoístas.