El hogar cristiano: modelo de vida
Los matrimonios cristianos tenemos el compromiso de vivir seriamente nuestra vida de fe, de modo que estando abiertos a la vida y siendo Jesucristo el centro de nuestros hogares, demos testimonio del amor de Cristo, viviendo con coherencia la fe que profesamos, en medio de este mundo.
La palabra de Dios debe estar en el centro de nuestros hogares cristianos, siendo acogida por todos los miembros de la familia, para que sirva de alimento espiritual. A su vez los padres debemos leer y comentar con nuestros hijos las Sagradas Escrituras; convirtiendo de este modo nuestros hogares en una verdadera Iglesia Doméstica.
La oración familiar es otro de los factores primordiales para la vida cristiana de nuestras familias, ya que la oración es el cordón umbilical que pone en continua comunicación a la familia con Dios, que la alimenta. Los padres, junto con nuestros hijos, debemos experimentar la necesidad diaria de la oración, para hacer frente a los combates de la vida y poder vivir en plenitud la misión evangelizadora que tiene la familia en el mundo. Estamos convencidos de que la oración en familia, crea un clima de fe dentro del hogar muy necesario para la paz y felicidad de todos sus miembros.
Los padres debemos educar a nuestros hijos en la plegaria, rezando con ellos cada día y dando testimonio de nuestro amor a Dios. Es conveniente que los padres recemos con los hijos, con cierta frecuencia, el Santísimo Rosario, que también es de gran ayuda para la familia.
Educar a los hijos en los valores esenciales de la vida humana
Los padres somos los primeros responsables de la educación de nuestros hijos, en valores y virtudes humanas y cristianas. Para ello, nuestro testimonio es fundamental, pues tenemos la gran responsabilidad de dar buen ejemplo a nuestros hijos. Como todos sabemos: “las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra” por ello es difícil mantener una buena relación con los hijos si no tenemos una buena relación entre los padres.
El hogar cristiano, es el lugar más apropiado para la educación en valores y virtudes, ello requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio y del dominio de sí, condiciones imprescindibles para una libertad verdadera. Los padres hemos de enseñar a nuestros hijos a subordinar las dimensiones “materiales e instintivas a las interiores y espirituales”; por ello es una grave irresponsabilidad de los padres que no demos buen ejemplo a nuestros hijos, ante los que tenemos que saber reconocer nuestros propios defectos, para mejor guiarlos y corregirlos.
En la familia, como escuela de valores y virtudes morales, debemos fomentar, no sólo el mayor de los valores: el amor, sino también la entrega generosa y desinteresada a los demás, la fortaleza, la comprensión, la autoestima, la reconciliación, la templanza, la solidaridad, el espíritu de servicio, el respeto, los buenos hábitos y costumbres, que conllevan al orden y a la paz en la sociedad. También la humildad, la responsabilidad y sobre todo, el tener un corazón agradecido a Dios por el don de la vida y por todas las gracias que de Él recibimos. Los padres debemos facilitar, desde nuestra experiencia de fe, el encuentro de nuestros hijos con Jesús Resucitado, que transformará totalmente su vida.
Para una adecuada educación en libertad, los padres debemos considerar a nuestros hijos como hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas. En este sentido, los padres no somos dueños de la vida de nuestros hijos, sino verdaderos ministros colaboradores con Dios, en su educación.
También quiero destacar la corrección como un elemento esencial para la educación de nuestros hijos. “El que ama a su hijo, le corrige sin cesar, y el que enseña a su hijo, sacará provecho de él” (Sir. 30,1-2).
“No debemos exasperar a nuestros hijos, sino formarlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor” (Ef. 6.4).
No olvidemos que, “El que mima a su hijo, vendará sus heridas” (Sir. 30).
En la corrección, es importante que los hijos se sientan amados por nosotros, los padres; sabemos que es más fácil enojarse que aguantar, y amenazar que persuadir.
También es muy importante en la familia cristiana, que los hijos sepan reconocer la autoridad del padre y de la madre, así como enseñarles a obedecer. Jesús mismo aprendió sufriendo a obedecer.
Dada la sociedad laicista actual que los gobiernos quieren imponer en Europa, es importante que cuidemos la educación de nuestros hijos, enviándolos a centros escolares que sean de garantía desde el punto de vista de la fe, para que de este modo, sean buenos colaboradores nuestros en su educación católica.
En nuestra experiencia concreta como familia cristiana, transmitimos la fe a nuestros catorce hijos, mediante la “Celebración doméstica de Laudes” cada domingo por la mañana, en un ambiente de oración profunda y diálogo sincero con los hijos, donde toda la familia, incluidos los nietos, se hace presente. Esta experiencia es única. De este modo los padres cumplimos con el deber de transmitir la fe a nuestros hijos, que es nuestra máxima responsabilidad, y de prevenirlos de los peligros que ofrece el mundo, de modo especial en lo referente a la sexualidad, haciéndoles ver que son templos del Espíritu Santo.
José Luis Mendoza Pérez
Presidente Universidad Católica San Antonio de Murcia
Consultor del Pontificio Consejo para la Familia