En su catequesis el Papa Francisco volvió a abordar el valor de "permiso", "perdón" y “gracias "para tener una vida "feliz y estable"
Ya se las había dicho a los novios, durante el encuentro del 14 de febrero del año pasado, pero ayer, en su audiencia de los miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco las volvió a repetir: "permiso", "perdón" y "gracias" son "en la vida de la pareja y de la familia", "palabras que abren el camino para vivir bien en la familia, donde el amor recíproco y el respeto son las mejores armas para luchar contra las actitudes que amenazan la relación”. Con estas tres palabras, "prueba de fuego" para saber si los cimientos de una casa son de roca o de arena, el Papa comenzó la catequesis con la que, explicó, tiene la intención de iniciar "una serie de reflexiones sobre la vida de la familia".
Primero el Papa Francisco reflexionó sobre la buena educación, que puede ser "media santidad", como dijo san Francisco de Sales, pero también se puede convertir en "máscara que esconde la aridez del alma y el desinterés por el otro", en un palabra "malas costumbres": "El diablo que tienta a Jesús ostenta buenas maneras --pero es realmente un señor, un caballero-- y cita las Sagradas Escrituras, parece un teólogo. Su estilo parece correcto, pero su intento es desviar de la verdad del amor de Dios. Nosotros sin embargo entendemos la buena educación en sus términos auténticos, donde el estilo de las buenas relaciones está firmemente arraigado en el amor del bien y en el respeto del otro. La familia vive de esta finura del querer bien".
Seguidamente el Papa Francisco subrayó el peso que las tres palabras tienen en la vida de la pareja y de la familia: "Cuando nos preocupamos por pedir gentilmente eso que quizá creemos que merecemos, ponemos una defensa real en el espíritu de la convivencia matrimonial y familiar”: “Entrar en la vida del otro, también cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasiva, que renueva la confianza y el respeto. La confianza no autoriza a dar todo por descontado". En cuanto a la palabra “gracias", el Papa Francisco hizo hincapié en que nuestra civilización se está convirtiendo en una "civilización de malas maneras y malas palabras". La gentileza y la capacidad de dar las gracias son vistas como un signo de debilidad, a veces suscitan incluso desconfianza.
"Debemos ser intransigentes sobre la educación en la gratitud, en el reconocimiento: la dignidad de las personas y la justicia social pasan ambas por aquí. Si la vida familiar descuida este estilo, también la vida social lo perderá. La gratitud, además, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe dar las gracias es uno que se ha olvidado del lenguaje de Dios".
Por último, habló de la palabra "perdón": cuando falta, pequeñas grietas se engrandecen ---aún sin quererlo-- hasta convertirse en fosas profundas.." Sin embargo, "reconocer haber faltado, y estar deseoso de restituir lo que se ha quitado --respeto, sinceridad, amor-- nos hace dignos del perdón. Y así se para la infección", pero “si no tenemos capacidad de pedir perdón, quiere decir que tampoco somos capaces de perdonar". Además, el Papa recomendó "nunca terminar el día en familia sin hacer las paces". No hay necesidad de "arrodillarse", solamente "un pequeño gesto, una cosita así". Y concluyó: "con esto la vida será más bella".