Don Aristide Fumagalli, profesor de Teología moral en la Facultad de Teología de Italia septentrional, nos ofrece algunas reflexiones sobre el Capítulo IV de la Parte I, titulado "
Familia, afectividad y vida", deteniéndose con atención en los temas relacionados con la afectividad y la procreación; ya que, entre los muchos desafíos que la familia ha de afrontar hoy en día, en su opinión éstos son los que "conciernen más estructuralmente a la familia", y son dos de las dimensiones que más esencialmente la definen.
Reconoce que el énfasis en el valor de la vida individual, que realza los deseos y necesidades del individuo, es de alguna manera un buen fruto del cambio antropológico cultural de la época actual, ya que da más "oportunidades para reconocer la dignidad de cada persona y cualifica las relaciones interpersonales".
Pero detrás de esta afirmación y valoración del individuo, prosigue, puede ocultarse alguna trampa, “la tentación del individualismo egoísta" que puede llevar a concebir al hombre como "una isla" separada del resto y encerrada en el absolutismo de sus deseos y de su libertad arbitraria.
La concepción individualista de la existencia, también afecta inevitablemente a las dos dimensiones de la afectividad y de la procreación de manera que la primera, desligada de la relación con el otro, "pierde su significado interpersonal e implode en el yo" esclavizando el cuerpo con las reivindicaciones del hedonismo; la segunda, vivida en clave egoísta, "desvincula la generación filial de la relación sexual entre hombre y mujer, despersonalizando el acto generativo y revindicando el hijo como un derecho de todos los adultos, independientemente de su identidad y de sus relaciones sexuales".
Para hacer frente a esta peligrosa deriva, el desafío pastoral consiste en mostrar cómo el matrimonio cristiano y la familia vivida en la luz del Evangelio son en realidad vías que cumplen y satisfacen la búsqueda de la felicidad del hombre, haciéndola concretamente visible en los rostros de los hombres y de las mujeres que han descubierto esta belleza y dan testimonio de ella todos los días, mostrando que no existe realidad conyugal y familiar demasiado herida o alejada para que pueda ser alcanzada por el amor de Cristo.