Leonardo y Martha Lorena Casco, miembros del Consejo Pontificio para la Familia, comentan el Capítulo II de la Parte III del documento de orientación del próximo Sínodo de los Obispos sobre la familia, titulado “
Familia y formación”.
El matrimonio Casco reflexiona sobre lo necesario que es hoy en día formar a los jóvenes a los valores del matrimonio y de la familia para contrarrestar la cultura de lo provisional y revigorizar un sacramento que para muchos sigue siendo "desconocido".
El primer lugar donde se puede disfrutar y contemplar la belleza del matrimonio y de la vida familiar es sin duda la familia de origen, en la que los padres, por su ejemplo de amor, don gratuito y compromiso, llegan a ser para los hijos el signo visible y concreto, los inspiradores del deseo de familia y maestros de vida.
La escuela y la Iglesia también están llamadas a participar en esta función educativa y formativa. La escuela, presentando a los niños y a los jóvenes los valores de la identidad masculina y femenina y por lo tanto la belleza de la maternidad y de la paternidad, "condiciones sin las cuales ellos no pueden llegar a formar un matrimonio saludable". La Iglesia lo hace actuando en dos direcciones: en la formación y en el acompañamiento de los jóvenes y de los novios al misterio del matrimonio y a la vocación familiar por un lado, y en la preparación de los sacerdotes para apoyar y atender estas realidades.
Es importante, continúan, que los cursos pre-matrimoniales, que deberían desvelar a los jóvenes el valor del sacramento del matrimonio y el profundo significado de la llamada a convertirse en esposos, se enriquezcan con los contenidos y ejemplos adecuados, evitando ese grado de planitud y vaguedad de la que a menudo se lamentan, y se conviertan así en una fuente real de educación a la vida y a la fe. Al mismo tiempo, también se debe actuar en la formación de los Presbíteros, "para que sean auténticos consejeros matrimoniales, llenos de realismo y conocedores de las dificultades que han de afrontar".
Sólo de esta manera, concluyen los Casco, tendremos familias sólidas y bien formadas, capaces de influir en la vida pública y de reorientar las políticas a favor del matrimonio y de la familia. Este tema es una prioridad para la Iglesia porque, argumentan, "si se pierde a la familia, se pierde la fe".