"La misericordia hará florecer la vida: la de los inmigrantes rechazados en pateras o en las fronteras de Europa, la vida de los niños obligados a convertirse en soldados, la vida de las personas ancianas excluidas de sus hogares y abandonadas en residencias de ancianos, la vida de aquellos que son explotados por jefes sin escrúpulos, la vida de aquel a quien no se le reconoce su derecho a nacer". Lo ha escrito el Consejo episcopal permanente en su Mensaje para la 38ava Jornada Nacional de la Vida, que se celebrará el próximo 7 de febrero.
La vida es cambio, crecimiento, diálogo y misericordia, dice el documento titulado "La misericordia hace florecer la vida”, inspirado en las palabras del Papa Francisco el 30 de mayo 2015: "La plaga del aborto es un atentado a la vida. Es atentado a la vida dejar morir a nuestros hermanos en las pateras en el canal de Sicilia. Es atentado a la vida la muerte en el trabajo por no respetar las mínimas condiciones de seguridad. Es atentado a la vida la muerte por desnutrición. Es atentado a la vida el terrorismo, la guerra, la violencia; pero también la eutanasia. Amar la vida es ocuparse siempre del otro, querer su bien, cultivar y respetar su dignidad trascendente".
"Un verdadero crecimiento en humanidad puede darse principalmente gracias al amor materno y paterno", escriben los obispos, y "la familia compuesta por un hombre y una mujer con un vínculo estable, es de vital importancia si ésta continúa a dar lugar al nacimiento y a la generación". Sin embargo nuestro País, “continúa sufriendo una alarmante disminución demográfica, que en gran medida es debida a la falta de auténticas políticas familiares. Al mismo tiempo se siguen invirtiendo muchas energías en pequeños grupos de personas, y no parece que exista el mismo compromiso con millones de familias, que a veces han de sobrevivir a la falta de trabajo y sin embargo siguen proporcionando un cuidado extraordinario a los pequeños y ancianos. Es el cuidado de los demás - en la familia como en la escuela – lo que ofrece un horizonte lleno de sentido a la vida y hace crecer una sociedad plenamente humana".
"Hacer del mundo una familia", es "el sueño de Dios". Se convierte en una necesidad, explican, "cuando en ella se aprende a proteger la vida desde la concepción hasta su fin natural y cuando la fraternidad se irradia de la familia a la comunidad, a los lugares de trabajo, escuelas, hospitales, centros de acogida, instituciones civiles". Lo que se necesita - concluyen - es un contagio de la misericordia: "contagiar la misericordia significa afirmar, con el Papa Francisco, que la misericordia es el nuevo nombre de la paz".