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La familia en el Sínodo/1   versione testuale
Lunes, 8

De la intervención del Card. Donald William Wuerl, Arzobispo de Washington (EEUU)
 
La separación intelectual e ideológica entre Cristo y su Iglesia es una de las primeras realidades que debemos afrontar al proponer una Nueva Evangelización de la cultura y de la sociedad moderna. Ya en su encíclica Dios es amor (Deus caritas est), nuestro Santo Padre nos recuerda que “la Iglesia es la familia de Dios en el mundo”.
La situación actual hunde sus raíces precisamente en los desórdenes de los años 70-80, decenios en los que existía una catequesis verdaderamente escasa o incompleta en tantos niveles de instrucción. Hemos afrontado la hermenéutica de la discontinuidad que ha permeado gran parte de los ambientes de los centros de instrucción superior y que ha tenido también reflejos en algunas aberraciones en la práctica de la liturgia. Enteras generaciones se han disociado de los sistemas de apoyo que facilitaban la transmisión de la fe. Fue como si un tsunami de influencia secular hubiera destruido todo el paisaje cultural, arrastrando consigo algunos indicadores sociales como el matrimonio, la familia, el concepto de bien común y la distinción entre bien y mal. Luego, de manera trágica, los pecados de unos pocos han alentado la desconfianza en algunas de las estructuras ínsitas a la Iglesia misma.
Hoy se debe hacer especial mención a la familia como Modelo-Lugar de la Nueva Evangelización y de las cuestiones relativas a la vida. Aunque la sociedad contemporánea quiera subestimar y, a veces, ridiculizar la vida de la familia tradicional, ésta sigue siendo, sin embargo, una realidad natural y el primer elemento constituyente de la comunidad. La familia representa el contexto natural y normal para la trasmisión tanto de la fe como de los valores, y es a esa realidad a la cual, con frecuencia, se regresa para buscar apoyo durante toda la vida (Cfr. Documento de trabajo 110-113).
Los misioneros de la primera evangelización han cubierto inmensas distancias geográficas para llevar la Buena Nueva. Nosotros, misioneros de la Nueva Evangelización, debemos superar unas distancias ideológicas igualmente inmensas, muchas veces aún antes de salir de nuestro barrio y de nuestra familia.
 
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