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¡No alteréis el matrimonio!   versione testuale
Los Obispos de Inglaterra y Gales intervienen de nuevo en defensa del matrimonio entre hombre y mujer



Con un comunicado en la web de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, el pasado 15 de mayo, los Obispos se han pronunciado de nuevo sobre la ley aprobada en primera instancia en la Cámara de los Comunes sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, el Marriage Bill, que prevé la posibilidad de celebrar las bodas incluso en lugares de culto, a excepción de las iglesias anglicanas.
 
«Pedimos urgentemente a los miembros de la Cámara de los Comunes que se replanteen los efectos a largo plazo de la ley sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo para tomar una decisión», ha sido la petición de los prelados. «No es tarde para volver a plantearlo». La cuestión es, sin embargo, de índole principalmente antropológica y cultural. Al ser aprobada la ley sobre el matrimonio de parejas homosexuales, alteraría profundamente todo el orden social. «El matrimonio − siguen diciendo los Obispos de Inglaterra y Gales en su nota, firmada por el Presidente, el Arzobispo de Westminster, mons. Vincent Gerad Nichols, y por el vicepresidente, el Arzobispo de Southwark, mons. Peter David Gregory Smith − se convertiría en una institución en la cual la apertura a la paternidad y la responsabilidad de las madres y los padres de estar juntos para cuidar de sus hijos no sería ya central para el papel del matrimonio en la sociedad». La institución del matrimonio, de hecho, existe como la unión de un hombre y una mujer por amor y apoyo recíproco, abierta a la procreación y al cuidado de los hijos.
 
Como dijo hace tiempo el Obispo de Portsmouth, mons. Philip Egan, esta ley presionaría moralmente limitando la libertad de conciencia de muchos creyentes. «Así como la Iglesia ha sido obligada a abandonar los servicios de adopción, del mismo modo también los Católicos que trabajan en el sector sanitario y en los servicios sociales se encontrarían bajo intolerables presiones morales, que posiblemente también sufrirían las escuelas católicas, por parte de profesores, personal y padres», declaró mons. Egan en una entrevista.
 
 
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