Mons. Vincenzo Paglia ha dirigido la catequesis del 24, 25 y 26 de julio a la JMJ de Río de Janeiro
El presidente del Pontificio Consejo para la Familia, Mons. Vincenzo Paglia, ha dirigido las Catequesis del miércoles 24, jueves 25 y del viernes 26 de julio en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Rio de Janeiro Brasil este año (del 23 al 28 de julio). Respectivamente, los temas de los tres días de oración y de reflexión: "Sed de esperanza y sed de Dios", "Ser discípulos de Cristo", "Ser misioneros: id". En Río, en 1997 (del 4 al 5 de octubre), fue celebrado el segundo encuentro mundial de las Familias.
«Los jóvenes de hoy sufren de soledad, se sienten abandonados en la sociedad, buscan su propio lugar, y deciden construir su propio futuro», ha dicho Mons., Paglia durante la primera Catequesis. «Las dificultades siempre más graves y numerosas que encuentran en la vida cotidiana ( en el trabajo, por la crisis económica, la precariedad y el desempleo, los afectos en la familia, la incertidumbre del futuro) inducen a muchos jóvenes a desalentarse, a perder la confianza en sí mismos y la esperanza, algunas veces buscando refugio y consolación en falsas compensaciones, a veces peligrosas para la vida misma: la droga, el alcohol, dependencia al juego, la pornografía, la cyber-dependencia». Los adultos, por lo tanto - ha continuado Mons. Paglia - tienen una gran responsabilidad: ser formadores, y sobre todo, testimonio de esperanza. Para los cristianos, la fuente y la garantía de todas las esperanzas es Jesús. Como ha dicho el Papa Francisco, en la homilía de la Celebración Eucarística el Domingo de Ramos (24 de marzo de 2013): «nuestro gozo nace de saber que Jesús está en medio de nosotros y con Él nunca estaremos solos, incluso en los momentos difíciles, cuando en nuestro caminar, nos encontramos con problemas, y muchas dificultades que parecen insuperables». Y por lo tanto: «No dejéis robar la esperanza que viene de Jesús». Es como ha pedido Benedicto XVI en su mensaje para la XXVIII JMJ: «Dejaos amar por Él y seréis testigos de lo que necesita el mundo». Los jóvenes serán, de esta manera, promotores de "una nueva globalización del amor, antes que de la indiferencia.
«El cristianismo no es una filosofía, una forma de espiritualidad o una práctica moral. Es un estilo de vida que parte de la realización con Cristo, de la estrecha amistad y parentesco con Jesus», ha exhortado Mons. Paglia en la apertura de la segunda catequesis. Jesús es el "Buen Maestro", que enseña amar el don de la vida. Y por lo tanto, como ha dicho Benedicto XVI en el mensaje para esta JMJ, los jóvenes, deben «dejarse impregnar por la Palabra de Dios todos los días: esta les hará amigos de Jesús y también capaces de hacer entrar a otros jóvenes en esta amistad con Él». En este camino de amistad que debe ser cada vez más profunda no faltan las pruebas y las dificultades, en «todos los aspectos de nuestra vida: las relaciones con los otros, las parejas, las familias, los estudios, el trabajo, la administración de los bienes» - ha dicho a los jóvenes el Presidente -. De hecho, es «un camino que lleva a la salvación, pero no sin cambios y sacrificios», que implica el reconocimiento de los propios errores y de las propias culpas y recibiendo el perdón mediante el sacramento de la reconciliación. «La cruz es parte del camino». Pero, como ha dicho el Papa Francisco en la homilía del Domingo de Ramos, «la cruz de Cristo abrazada con amor nunca conduce a la tristeza, sino al gozo de ser salvados».
Ser amigos de Jesús significa ser amigos de los hombres, de todos los hombres como hermanos, y sobre todo de los más débiles. Es el mensaje principal de la Catequesis que Mons. Paglia ha dado el viernes 26 de julio. Como cristianos y miembros de la familia de Jesús, «hagamos todos parte de la gran cadena que transmite el Evangelio. Como los atletas en las Olimpiadas que se pasan uno al otro la llama olímpica, se nos invita a nosotros a transmitir la luz de Cristo, de amor y de esperanza». De hecho, «la evangelización es el acto de caridad con el cual se manifiesta el amor eterno de Dios por todas las personas, por todas las creaturas, por todas las familias, por todos los pueblo, por las naciones». Y por tanto «para ser auténticos misioneros, los jóvenes deben estar firmemente arraigados en Cristo mediante la oración cotidiana y los sacramentos, a demás de pedir al Espíritu Santo el don de celo misionero».