La fundación Internacional Juan Pablo II por el Magisterio social en la Iglesia junto a la Fundación Europa y Civiltà y el Instituto de Estudios Superiores de la Universidad Jagellonica de Cracovia promueven en la ciudad polaca la Conferencia Internacional "La Santa Sede en el ámbito internacional durante el Pontificado de Juan Pablo II (1978-2005)", el 11 y el 12 de octubre.
Entre los relatores está también Mons. Piotr Mazurkiewicz, oficial de nuestro Dicasterio, quien abrirá la segunda sesión de trabajo, sobre el tema: "Las ideas y los valores fundamentales en la política internacional del Beato Juan Pablo II".
«Para Juan Pablo II, la cultura y la conciencia han jugado un papel importantísimo en la política internacional, determinando cambios sociales y políticos más que la fuerza física o incluso armada», ha dicho Mons. Mazurkiewicz a Emanuela Bambara. «En el '44, en Polonia hubo una Resurrección nacional en la lucha contra los alemanes; una lucha solitaria, en la cual lo polacos no fueron ayudados por las fuerzas aliadas. En aquella ocasión comprendieron como no se puede combatir contra potencias más fuertes con la fuerza armada, sino solo con la fuerza de la verdad y de la conciencia. Y este es el mensaje del Papa Wojtyla a todas las naciones al final del primer día de su Pontificado: "el mundo se cambia con la cultura y con la fuerza moral».
En la carta Encíclica "Centesimus Annus" 823), se lee: «Merece ser subrayado el hecho que en la caída de un régimen opresivo, de un simple "muro", o imperio, se llega casi a todas partes mediante una lucha pacífica, que utiliza solo las armas de la verdad y de la justicia». Así, afirma Mons. Mazurkiewicz, «es la fuerza de la conciencia que con el coraje sostiene la verdad en la vida pública y privada, que cambia el mundo, y es la fuerza de los débiles, como declara el intelectual Checo Vaclav Havel. La caída del comunismo es un acontecimiento histórico».
Juan Pablo II hablaba de una "gramática moral" que debía guiar el diálogo político internacional. Existe, un sentido moral universal, inscrito en l conciencia individual y colectiva y establecida en el derecho natural. La ideología política está fundamentada sobre este fundamento común en la naturaleza y que tiene un fundamento religioso.
Juan Pablo II «no era un utopista, no creía en la existencia de un mundo perfecto, de acuerdo absoluto - declara el oficial de nuestro Dicasterio -, sino, sobre la base de la propia experiencia de fe y también como ciudadano, estaba convencido que la Paz puede existir sobretodo si nace del perdón».