«
La Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado», leemos en el n. 139 de la Exhortación Apostólica “
Evangelii Gaudium”, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, publicada por el Papa Francisco el 26 de noviembre de 2013.
«La buena madre sabe reconocer todo lo que Dios ha sembrado en su hijo, escucha sus inquietudes y aprende de él».
En la “familia eclesial” reina el «espíritu de amor», que guía a cada miembro, la mdre y los hijos, y cada uno enseña y aprende; y «lo mismo sucede con la homilía». «Así como a todos nos gusta que se nos hable en nuestra lengua materna, así también en la fe – escribe el Santo Padre-, nos gusta que se nos hable en clave de «cultura materna», en clave de dialecto materno (cf. 2 M 7,21.27), y el corazón se dispone a escuchar mejor. Esta lengua es un tono que transmite ánimo, aliento, fuerza, impulso».
«Este ámbito materno-eclesial en el que se desarrolla el diálogo del Señor con su pueblo debe favorecerse y cultivarse mediante la cercanía cordial del predicador, la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos. Aun las veces que la homilía resulte algo aburrida, si está presente este espíritu materno-eclesial, siempre será fecunda, así como los aburridos consejos de una madre dan fruto con el tiempo en el corazón de los hijos» (n. 140).