“El matrimonio es el símbolo de la vida, de la vida real, no se trata de un simulacro” no es “un camino llano, sin obstáculos: esto no sería humano”. Por el contrario, “es la reciprocidad de las diferencias. Es un viaje comprometedor, a veces difícil, a veces conflictivo, ¡pero en él se encuentra la vida!”. Estas son las palabras del Papa Francisco, el 14 de septiembre en la basílica de San Pedro, en la homilía de la misa en la que se celebró el matrimonio de veinte parejas de novios de la diócesis de Roma. En la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa Bergoglio recordaba que “el amor de Cristo puede dar a los esposos el gozo de caminar juntos; ya que de esto se trata, el matrimonio es el camino que emprenden juntos un hombre y una mujer, en este camino el hombre tiene el deber de ayudar a la esposa a ser más mujer, y la mujer tiene el deber de ayudar al marido a ser más hombre”. Esta, añadía Bergoglio, “es vuestra tarea. ‘¡Te amo, y por eso te hago más mujer!’-‘¡Te amo, y por eso te hago ser más hombre! Y en cuanto a la teología que nos da la Palabra de Dios cuando habla del pueblo en camino, también de las familias en camino, de los esposos en camino, os doy un pequeño consejo”. En cuanto a las eventuales diferencias, para el Papa “es normal que los esposos riñan. Siempre se riñe. Pero os aconsejo: no dejéis que el día se acabe sin haber hecho las paces. Nunca. Un pequeño gesto es suficiente. Y así se va avanzando por el camino”. El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos, es capaz de mantener su amor y renovarlo cuando humanamente se pierde, se estropea, se agota”, el Papa continuaba deseando a los esposos “un hermoso camino: un camino fecundo; que el amor crezca. Os deseo la felicidad. Habrá cruces, seguro. ¡Pero el Señor siempre está ahí para ayudaros a avanzar!”