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El matrimonio es sacramento primordial
Mons. Jean Laffitte reafirma la centralidad de la doctrina de San Juan Pablo II sobre el matrimonio cristiano
Después de menos de un mes de la clausura del Sínodo sobre la familia, en Roma, se celebra un coloquio internacional e interreligioso organizado por la CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Este evento ha requerido largos meses de preparación y llega en el momento oportuno para subrayar la complementariedad del hombre y de la mujer en la estructura del amor humano que es la fuente de la cédula fundamental de la sociedad: la familia. Entre las numerosas aportaciones propuestas por los miembros de diferentes confesiones religiosas, y que se pueden consultar en la página web del coloquio www.humanum.it, la contribución del pensamiento católico estuvo a cargo del teólogo francés el Obispo Jean LAFFITTE, Secretario del Pontificio Consejo para la Familia. Pronunciada ante una asamblea particularmente atenta, la intervención del teólogo tuvo su eje principal en el misterio sacramental de la unión de los esposos, unión que tiene como origen el amor que une a Cristo con la Iglesia. Mons. Laffitte ha recordado que San Juan Pablo II hablaba del matrimonio como de un “sacramento primordial” en el que todos los sacramentos encuentran su “prototipo”. Mostrando seguidamente el vínculo existente entre el cuerpo y el sacramento, indicaba que el signo visible del amor de Cristo es su Cuerpo muerto y resucitado. La unión entre el hombre y la mujer se comprende solamente como un don que cada esposo hace de sí mismo al otro, en el que el cuerpo de cada uno de ellos es considerado en su diferenciación sexual: masculina y femenina. El conferenciante ha insistido en el nexo que San Juan Pablo II establece entre la comunión de los esposos y la creación del hombre y de la mujer a imagen de Dios. Finalmente el Obispo hacía hincapié en la dimensión nupcial y sacrificial del don de la Eucaristía que Cristo Esposo hace a su Esposa, la Iglesia. En su condición humana herida por el pecado original, el don recíproco de los esposos necesita ser continuamente purificado. Es por esta razón que San Juan Pablo II solía decir que “el ethos del don” llegaba a ser, gracias al Sacrificio del Señor, “un ethos de la Redención”. A la luz de estas enseñanzas del Papa polaco, el teólogo Laffitte pudo concluir afirmando que toda la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio cristiano puede ser formulada sobre la base de aquello a lo que está llamado a ser y a expresar: un amor sin vuelta atrás, el don de Cristo a todos los hombres. Este hecho es único como es único el don que un hombre y una mujer hacen de sí mismos en el matrimonio sacramental.
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