Al inicio de su intervención sobre "La familia como recurso para la sociedad" en el marco del encuentro sobre "Familia, cambios sociales y nuevas formas de pobreza" que se llevó a cabo el viernes 2 de octubre en la Universidad de Florencia, el presidente del Pontificio Consejo para la Familia monseñor Vincenzo Paglia, hizo referencia a la imagen de las familias reunidas en Filadelfia la semana pasada.
"A nivel mundial - dijo - hoy en día el debate sobre la familia se centra en una pregunta de fondo: la llamada familia natural (ya sea nuclear, es decir, constituida por la pareja estable hombre-mujer con sus propios hijos, ya sea extendida, es decir, incluyendo parientes cercanos al núcleo domestico) ”sigue siendo un recurso para la persona y para la sociedad, o es un vestigio del pasado que impide la emancipación de los individuos y el advenimiento de una sociedad más libre, igualitaria y feliz? Ciertamente actualmente la familia está perdiendo las protecciones del pasado y avanza en el mar abierto de una sociedad que ya no le es la favorable, sino que en el mejor de los casos la considera indiferente. Los individuos constituyen familias de las más diversas maneras y la sociedad los anima a hacerlo con una gran variedad. ”Pero cuáles son las consecuencias? Y, aún más: ”qué hay que hacer?".
El presidente del Pontificio Consejo para la Familia ha citado una encuesta realizada en varios Países (Italia, Polonia, Brasil, España, Estados Unidos, México, Argentina, Chile), que muestra que "la familia, nuclear (predominante en los países más modernizados) o de parentesco extendido (en los países en vías de desarrollo), es el principal recurso de la sociedad y sigue siendo la fuente vital de aquellas sociedades que son las portadoras del futuro. La razón de esto es muy sencilla: de la familia proviene el principal capital humano, espiritual y social de la sociedad. Partiendo de esta consideración se deducen una serie de requisitos, como por ejemplo "volver a situar a la familia en el centro del debate, en el centro de la visión de la política y de la economía misma, así como de la Iglesia, no para que sea una realidad encerrada en sí misma, sino para que sea un motor que la lleva más allá de sí misma". Para la familia, "escuela de alteridad", es necesario "reconocer una nueva cultura de derechos": "Ha llegado el momento de que los sujetos sociales e instituciones que pretenden defenderla, demuestren con hechos que tienen bien presente una realidad y no una idea. Por un lado, reconociendo las nuevas condiciones en que la familia vive hoy en día, con las que tiene que lidiar a diario, y por otro demostrando concretamente que se desea hacer todo lo posible para apoyarla, favorecerla y valorizarla en su delicada e inestimable función social. Se han de dar muchos pasos, tanto en política, como en la sociedad civil, como en la Iglesia".