El Siervo de Dios fue el segundo sacerdote mártir coreano canonizado, después de San Andrés Kim, su ex compañero de seminario. Pertenecía a una familia noble y rica. Fue el primogénito de seis hermanos, sus padres también murieron por su fe cristiana: el padre fue proclamado santo en 1968, junto con muchos otros mártires coreanos y el proceso de beatificación super martyrio de la madre está en marcha. Thomas fue testigo del ejemplo de sus padres que, a causa de la persecución que hubo en las aldeas bajo la dinastía Joseon – la cual consideraba un crimen profesar la fe católica - se vieron obligados a mudarse y a esconderse frecuentemente, arriesgando así sus vidas.
Thomas, después de los años pasados en el seminario de Macao, fue ordenado sacerdote en Shanghái, en 1849. Ejerció durante un breve periodo su ministerio en China; luego regresó a su Corea natal, donde durante doce años con heroico celo, entre ininterrumpidas amenazas y peligros de muerte, recorriendo miles de kilómetros, visitó numerosas aldeas, para alentar a los cristianos en la persecución y evangelizar a los paganos. Con una definición muy apropiada se le ha llamado "El mártir del sudor". En sólo seis meses, al inicio de 1850, recorre más de dos mil kilómetros visitando a 3815 católicos para instalarse, acto seguido, en el pueblo de Baithi que se convirtió en el centro de irradiación de su ministerio y donde permaneció durante 12 años. Siguió visitando al menos 127 aldeas cristianas desperdigas en cinco provincias. En una de estas visitas, fue detenido y golpeado por la policía; lo dejaron desnudo, en medio de la noche, en la nieve.
Él puso su vida y su gran cultura al servicio de los humildes; compuso himnos catequéticos con melodías tradicionales; tradujo del chino al coreano un catecismo y un libro de oraciones; obtuvo abundantes frutos de conversiones.
Las muchas fatigas, dificultades y peligros que hubo de padecer aumentaron su coraje; abrazó con entusiasmo la cruz, reconfortado por una intensa devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y María. Murió de tifus con tan sólo 40 años y su obispo Mons. Berneux, misionero francés, dijo de él que era un sacerdote santo. También se le llamó "el san Pablo de Corea". Él decía de sí mismo que era simplemente el último siervo de Cristo, hijo y sacerdote inútil de Corea.
En los últimos días el Santo Padre ha autorizado la Congregación a promulgar el decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios Thomas Choe Yang-Eop, Sacerdote diocesano.