Para la fiesta de la Pascua en Jerusalén no sólo hay judíos y fariseos, sino también un grupo de griegos, no circuncidados, simpatizantes del judaísmo. Paganos piadosos que querían ver a Jesús. Jesús, sabiéndolo, exclama: ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. La hora de Jesús es su glorificación a través de la pasión, la muerte y la resurrección.
La glorificación es explicada con el ejemplo del grano de trigo que tiene que morir para dar fruto bajo tierra, de lo contrario, permanece estéril. Así es como Jesús debe morir y ser enterrado para levantarse y atraer todos a él.
El grano de trigo que cae en tierra y muere, da mucho fruto. La tierra fértil, según san Efrén, es la Virgen, que se convierte en madre gracias a una semilla incorruptible, es decir, el Verbo de Dios. Su seno se convierte en la morada del Verbo. En ella, el Verbo toma un Cuerpo.
El grano que cae en tierra, en la Virgen y Madre, da fruto al ciento por uno y se convierte no sólo en una espiga, sino en una gavilla.
Toda la historia de la salvación está representada en esta imagen: la Virgen Madre sentada en el suelo: ella es la tierra buena y fértil y es verdaderamente una madre; tiene las caderas de la mujer que da a luz y el niño está sentado en su regazo. Esta "gavilla" - Jesús - entra en la creación a través de ella y, con su pequeña mano, se aferra a ella. La Virgen pone la mano en el suelo y sostiene el pie de Jesús que no toca el suelo, sino su mano: ella es la escala que vio Jacob y por la que Jesús vino a esta tierra. Con la otra mano María alza su manto, como si María quisiera proteger al Hijo que la dejará para morir en la cruz. Pero allí mismo Jesús extenderá la maternidad de su Madre a todo el género humano, para que todos nosotros podamos sentir su manto lleno de amor maternal que nos protege. La mirada de Cristo tiene un deje de tristeza, porque "la gavilla" será triturada. Pero el que siembra con lágrimas cosechará con júbilo.
