De hecho, este trabajo – recientemente defendido en Roma en el Instituto pontifico Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia, en presencia del supervisor, Monseñor Jean Laffitte, Secretario del dicasterio vaticano para la familia – tomó como punto de partida la necesidad de demostrar que la santidad de la pareja no consiste solamente en la intimidad familiar y en la calidad de las relaciones entre los esposos o entre padres e hijos, ya que la calidad de estas relaciones también se enriquece a través de la inmersión en la vida social, donde tiene lugar un reciproco y fecundo intercambio. Es gracias a esto que este flujo esencial se propaga en las generaciones sucesivas, como aconteció en la familia del matrimonio Beltrame Quattrocchi: tres de sus cuatro hijos optaron por responder a una llamada de servicio a la Iglesia - dos hijos varones se hicieron sacerdotes y la segunda de sus hijas hizo profesión de los votos religiosos,- dando testimonio de esta dinámica vivificante de manera elocuente.

En la existencia de los dos esposos el compromiso social estuvo siempre presente. Se hace evidente en el movimiento scout, en el que trabajaron con gran celo para que este también se desarrollara ampliamente en Italia; en la atención prestada a los pobres y a los enfermos, que encontramos en muchísimos actos concretos de sus vidas; y en la obra “Frente de la familia”, obra al servicio de las familias que deseaban reforzar el vínculo de amor que caracteriza al sacramento matrimonial.

El autor de la tesis, el padre Antoine, tratando de penetrar la profundidad de un vinculo tan estable capaz de conferirles la fuerza de no tener miedo a entrar en relación, esta vez, con la sociedad, escribe: “Fue Enrichetta, la menor de los hijos de los dos esposos beatificados, la que insistió para que mi trabajo hiciera sobresalir, explicitándolo de manera clara, los dos dichos preferidos de la madre. El primero era “la fidelidad en lo mínimo”, la fidelidad en las pequeñas cosas, mientras que el segundo hacía referencia a: “del techo para arriba”, indicando su aspiración a subir cada vez más arriba en la escalera de la santidad. Maria describía después la relación con su marido como “una euritmia consciente”, donde cada una de sus vidas era un diapasón para el otro, sin ninguna confusión entre los roles que desempeñaban el esposo y la esposa. Cada uno se caracterizaba por compromisos diferentes pero armonizados por un único movimiento, por una causa única”.