Pablo VI eligió este día para instaurar la Jornada mundial de la paz, pues en ella se reúnen todas las alegrías y las fiestas del mundo, y así poder convencer al mundo de que la paz es esencial para la fraternidad de los hombres. ”Quién puede lograrlo sino María, reina de la paz?
Después de oír la voz de los ángeles, los pastores fueron a la gruta y encontraron esta familia irrepetible: un justo, una virgen y el hijo de Dios. Hasta ahora María y José eran los únicos que conocían el misterio de este Hijo. Y una vez más Dios se lo revela a gente humilde y sencilla, mansas como las ovejas que pastoreaban.
María lo observa todo y lo guarda en su corazón. Incluso si ella aprende y comprende por la fe de los pastores; sabe conservar en su corazón lo que sucede, sabe crecer en la fe de los más humildes, sabe callar para escuchar a los simples e incluso a los pecadores. María está atenta a los mensajes y a su significación y los conserva en su corazón meditándolos. María es también “Madre” de todos los creyentes. En ella se encuentra la paz, porque en ella se revela el rostro paterno de Dios, el Abbá que hay que invocar siempre, incluso en las horas de agonía. Si Abbá es el nombre del Padre, Jesús es el nombre del Hijo: Jeshu'ah, que significa la liberación, la salvación, la ayuda, el socorro. Por ahora es solamente un niño en un pesebre que necesita ayuda, socorro, hospitalidad, y también los pastores ven en él todo lo que se les había anunciado, Jeshu'ah.